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ESAS VAINAS TAN NUESTRAS

. Esas cosas del surrealismo o kafkianas tan nuestras. En un centro comercial funcionò una tasca que, desde un primer momento, fue perseguida por la Presidenta de la Junta de Condominio. Tanto dio la doñita hasta que logrò que la clausuraran, siendo el principal motivo que los usuarios de la tasca hacìan sus necesidades en los jardines del centro comercial. De nada valiò el alegato que eso no era cierto, puesto que la tasca tiene sus baños propios. Tampoco valiò el argumento que quienes hacìan mal uso de los jardines, eran quienes abarrotaban una licorerìa que està al frente de esta ùltima, donde toman licor a pesar de estar prohibido. Y la dueña de la licorerìa !!! ES LA PRESIDENTE DEL CONDOMINIO !!!

MÉRIDA, SUEÑO, MÉRIDA.

MÉRIDA, SUEÑO, MÉRIDA. Creo que hace más de un año, tal vez dos, que no voy a Mérida. He incumplido mis propias promesas...y mis sueños, mi destino, mi vida. ¿ cuántas veces en una vida sería posible para un amante de su patria, ir y venir de Santo Domingo a Mérida y viceversa ? Lo he hecho solo y con no sé cuántas personas que aman esta tierra. Hubo un tiempo que sentí, creo que es ilusión, hasta cuando cambiaban un ladrillo. No sé que pensaré cuando pregunte por Camilo Treviño, en la encrucijada de Santo Domingo.  Un día caminé con él la esperanza de hacer allí mi vida y me llevó a recorrer parcelas y fincas. Y otro día con otra persona y un día con unas mujeres que azarosas querían vender su propiedad y otro día con una mujer orfebre o que sé yo, que después se asió al lugar. Dios me dijo en algún momento que mi condición era vivir allí solo con mis pies y nunca arraigarme. Otro día ví caer un puente y como poco a poco se inundaba el páramo de posadas. Vi levantar una chacin...

El abogado de la calle sucia.

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A veces, en alguna parte sucia de la acera o de la calle, siento el sonido que producen mis zapatos cuando se separan de aquella melcocha de años, de aquel trajín de mercaderes de frutas y hortalizas, restos de comida o de bebidas, vómitos y orín de borrachos, y quién sabe cuántas cosas más, reafirmadas cada mañana cuando del camión del Aseo Urbano bajan a toda prisa los recolectores de basura, diciendo procacidades y al llevar en círculo el pipote repleto, botan por lo menos una cuarta parte. Es la calle, una de las calles de los tribunales, seguramente las que más conozco de mi ciudad, las que pateo cada mañana de cada día, de cada semana, mes y año para ganarme la vida. Son las calles de la justicia. En los edificios que están junto a esas calles están los seres humanos que la imparten. En alguna ocasión he caído en cuenta que en los pisos limpios y recién pulidos del tribunal quedan las huellas de mi zapato, del zapato que nace en la calle maloliente y amelcochada, y...