Humor: Gracias por sus mensajes de todo el año.
Casi todas las mañanas de casi todos los días de todo el año, revisé mis correos electrónicos con la esperanza de hallar uno por medio del cual la Universidad Central de Venezuela me notificaba que habían procedido a hacer efectivo el ascenso que me acordaron retroactivamente al 2002, nada menos que de Abogado 1º a Abogado 4º. También esperé el de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ordenando al gobierno venezolano que me restituyera al cargo de Juez Superior Contencioso Administrativo, pues me anima imprimirlo bien chévere y ponerlo en la sala de mi apartamentico.
Son muchos los mensajes que esperé, como también el de una casa editorial de libros de humor pidiéndome la concesión de mi derecho autor sobre el libro “El arte de joder”. Ninguno llegó, pero llegará. Aplico aquí, por analogía, un cartel que vi hace alrededor de cuarenta años en Nápoles en la época de las lluvias, en una venta de paraguas: “Se non piove, pioverá”
Ustedes saben que cuando uno ve la indicación de “mensajes recibidos” y son bastantes los que están entre paréntesis, cree seguro que encontrará, en medio de aquella montaña, lo que busca.
Pues no. En su lugar me llegaron decenas, centenas, tal vez miles de mensajes melindrosos, algunos hasta llorones, indicándome todo lo que tengo que hacer para esto y lo otro; que si me propusiera cumplir al pie de la letra todo el catálogo de recomendaciones, tendría que pedir la jubilación y si esta no me alcanza, solicitarle a mis hijos una equitativa repartición de la carga de mi mantenimiento, de modo de tener todo el tiempo disponible del mundo para esas recetas.
Les confieso que en algunas ocasiones no solamente no fui generoso con ustedes, sino que es probable que haya usado epítetos altisonantes. Pero leí los mensajes y la prueba es que los estoy comentando.
Los mensajes grotescos no los leí. Apenas uno los ve saben que son tales y los cerré. Para grotesco basta con todo lo que estamos viviendo a diario.
Mención aparte merecen esos mensajes que arrancan con letricas que vienen graneaditas y dicen algo así como “la llegada de cada día te rociará de sabiduría…”, con una musiquita suave y unos paisajes del carajo. Y continúa aquel chichón con su lloriqueo para, al final, hacerte ver que tú no sirves para nada.
Yo les digo, a quienes de buena fe los envían, que esos paisajes son tipo “sun channel” o “discovery channel”, es decir, que bajo la magia de una cámara fotográfica o de una filmadora se ven maravillosos, pero la verdad, a veces, es otra. Y a las pruebas me remito: ¿quién no ha visto la publicidad sobre Ocumare de la Costa y Choroní por el Sun Channel? Pero si me pongo a mandar yo también filmaciones y fotos, solamente de la basura que nuestros distinguidos turistas lanzan por los barrancos de las carreteras hacia esas dos bellas playas, seguro que me mandan preso por terrorista y de paso vendrá de turista uno que otro amargado. Para que abundar con el estado del malecón de Choroní, las calles de “El Playón” y ¡ufff ¡ ¿pá qué mais?
Por lo demás, ustedes saben que cuando se van a tomar fotos o a filmar, la gente aparta todo lo feo, o lo oculta maliciosamente, en fin, lo maquilla.
También vinieron muchos de los mensajes que yo llamo “avalados”, esto es, aquellos que te quieren decir algo muy pero muy importante o valioso, pero invocando a un pesao, como “Santo Tomás dijo ver para creer…”. A mí, en verdad y con el debido respeto para este Santo, no me consta que lo haya dicho, pero se lo he oído al vendedor de asquerositos o a abogados que leen las sentencias de ustedes saben quiénes. Estos sí son los autores de la frase.
Eso me hace recordar un abogado muy famoso - que no necesariamente sea el caso de célebres personajes – y con un cargo rimbombante, que atendía al público con mucha ceremonia, cortesía, educación y el mejor lenguaje. Cuando los interesados se iban, él se quedaba con sus colaboradores y en el lenguaje más ordinario del mundo, les decía “estos bichos si son pendejos, creyendo toda esa paja que les digo…”
Confieso que quisiera saber, lo que de la boca de los llamados grandes personajes de la historia, pudo haber salido cuando alguno se llegó a agarrar el cuerito con el cierre de la bragueta, o cuando le metieron un kilo de cebollas a quince bolívares fuertes ( o su equivalente en su moneda nacional y de la época), o cuando en la playa le pasó una mujer monumental con un hilo dental. ¿Sería que no dijeron nada?. (El único venezolano rayao, según versiones populares, con palabrotas en esas situaciones es el general Páez).
No, claro que sí dijeron. Consulte usted nomás las cartas escatológicas de Mozart, Frank Amadeus Mozart, ¡una pelusa!, dirigidas a su madre. En lo que a mí concierne, he tenido la oportunidad de presenciar cuando un hombre público venezolano, más o menos conocido, si está viendo televisión y aparece cierto personaje, le obsequia una por una todas las expresiones de sus intestinos, acompasadas de palabras nada edificantes.
Con respecto a los mensajes que no te ofrecen nada bueno si no los obedeces, les digo “ Jesús en ti confío”, aunque a veces también apelo a una letanía de un hermano “cancelado, transmutado y en reversa, mil millones de veces en todos los niveles y tiempos”.
¡Ah ¡, y por último, les agradezco que no dejen de seguir mandándolos.
La navidad es propicia solo para festejar y para la enmienda de errores y pecadillos. ¡Feliz Navidad!
Son muchos los mensajes que esperé, como también el de una casa editorial de libros de humor pidiéndome la concesión de mi derecho autor sobre el libro “El arte de joder”. Ninguno llegó, pero llegará. Aplico aquí, por analogía, un cartel que vi hace alrededor de cuarenta años en Nápoles en la época de las lluvias, en una venta de paraguas: “Se non piove, pioverá”
Ustedes saben que cuando uno ve la indicación de “mensajes recibidos” y son bastantes los que están entre paréntesis, cree seguro que encontrará, en medio de aquella montaña, lo que busca.
Pues no. En su lugar me llegaron decenas, centenas, tal vez miles de mensajes melindrosos, algunos hasta llorones, indicándome todo lo que tengo que hacer para esto y lo otro; que si me propusiera cumplir al pie de la letra todo el catálogo de recomendaciones, tendría que pedir la jubilación y si esta no me alcanza, solicitarle a mis hijos una equitativa repartición de la carga de mi mantenimiento, de modo de tener todo el tiempo disponible del mundo para esas recetas.
Les confieso que en algunas ocasiones no solamente no fui generoso con ustedes, sino que es probable que haya usado epítetos altisonantes. Pero leí los mensajes y la prueba es que los estoy comentando.
Los mensajes grotescos no los leí. Apenas uno los ve saben que son tales y los cerré. Para grotesco basta con todo lo que estamos viviendo a diario.
Mención aparte merecen esos mensajes que arrancan con letricas que vienen graneaditas y dicen algo así como “la llegada de cada día te rociará de sabiduría…”, con una musiquita suave y unos paisajes del carajo. Y continúa aquel chichón con su lloriqueo para, al final, hacerte ver que tú no sirves para nada.
Yo les digo, a quienes de buena fe los envían, que esos paisajes son tipo “sun channel” o “discovery channel”, es decir, que bajo la magia de una cámara fotográfica o de una filmadora se ven maravillosos, pero la verdad, a veces, es otra. Y a las pruebas me remito: ¿quién no ha visto la publicidad sobre Ocumare de la Costa y Choroní por el Sun Channel? Pero si me pongo a mandar yo también filmaciones y fotos, solamente de la basura que nuestros distinguidos turistas lanzan por los barrancos de las carreteras hacia esas dos bellas playas, seguro que me mandan preso por terrorista y de paso vendrá de turista uno que otro amargado. Para que abundar con el estado del malecón de Choroní, las calles de “El Playón” y ¡ufff ¡ ¿pá qué mais?
Por lo demás, ustedes saben que cuando se van a tomar fotos o a filmar, la gente aparta todo lo feo, o lo oculta maliciosamente, en fin, lo maquilla.
También vinieron muchos de los mensajes que yo llamo “avalados”, esto es, aquellos que te quieren decir algo muy pero muy importante o valioso, pero invocando a un pesao, como “Santo Tomás dijo ver para creer…”. A mí, en verdad y con el debido respeto para este Santo, no me consta que lo haya dicho, pero se lo he oído al vendedor de asquerositos o a abogados que leen las sentencias de ustedes saben quiénes. Estos sí son los autores de la frase.
Eso me hace recordar un abogado muy famoso - que no necesariamente sea el caso de célebres personajes – y con un cargo rimbombante, que atendía al público con mucha ceremonia, cortesía, educación y el mejor lenguaje. Cuando los interesados se iban, él se quedaba con sus colaboradores y en el lenguaje más ordinario del mundo, les decía “estos bichos si son pendejos, creyendo toda esa paja que les digo…”
Confieso que quisiera saber, lo que de la boca de los llamados grandes personajes de la historia, pudo haber salido cuando alguno se llegó a agarrar el cuerito con el cierre de la bragueta, o cuando le metieron un kilo de cebollas a quince bolívares fuertes ( o su equivalente en su moneda nacional y de la época), o cuando en la playa le pasó una mujer monumental con un hilo dental. ¿Sería que no dijeron nada?. (El único venezolano rayao, según versiones populares, con palabrotas en esas situaciones es el general Páez).
No, claro que sí dijeron. Consulte usted nomás las cartas escatológicas de Mozart, Frank Amadeus Mozart, ¡una pelusa!, dirigidas a su madre. En lo que a mí concierne, he tenido la oportunidad de presenciar cuando un hombre público venezolano, más o menos conocido, si está viendo televisión y aparece cierto personaje, le obsequia una por una todas las expresiones de sus intestinos, acompasadas de palabras nada edificantes.
Con respecto a los mensajes que no te ofrecen nada bueno si no los obedeces, les digo “ Jesús en ti confío”, aunque a veces también apelo a una letanía de un hermano “cancelado, transmutado y en reversa, mil millones de veces en todos los niveles y tiempos”.
¡Ah ¡, y por último, les agradezco que no dejen de seguir mandándolos.
La navidad es propicia solo para festejar y para la enmienda de errores y pecadillos. ¡Feliz Navidad!
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