EL BIEN Y EL MAL.

Todo lo que es bueno, lo que beneficia a la humanidad, parece que es algo que nos hemos ganado, que es territorio seguro, quizás por eso hablemos poco de ello. Es falso que no nos importe.
A la luz pública, por cualquier medio, se resaltan a diario todos los males que padecemos, los nuevos, los que se acrecentan, los que pretenden derribar los pilares del bien. Y quizás por ello los repetimos a viva voz. No es, entonces, porque nos agraden. Tratamos, seguramente, de hacerlos visibles para que no crezcan, para eliminarlos.
Es más la gente que le tiende la mano a los demás seres humanos en momentos difíciles. Son más los que comparten. Crecen las organizaciones que defienden la paz, a los animales o al medio ambiente. Son más los que respetan las leyes. Son más los que se deciden a compartir un plato de comida. Son más los actos de indulgencia, son más los que perdonan, son más los que defienden la libertad de los injustamente oprimidos o encarcelados.
En fin, el bien sigue en ventaja.  Envuelve todo, tarde o temprano.

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