YO ME DEBO AL PUEBLO.
¿Todos los habitantes de un país somos
del pueblo?
Todas las palabras que pronuncia un
hombre pueden ser útiles, hasta milagrosas. Hablar es un privilegio. Pero nunca
jamás habrá una con tanta potencia como la palabra “pueblo”, sobre todo en boca
de políticos. Muchos de estos la han amalgamado de forma tal que su utilidad es
demoledora.
Bastantes políticos dicen “yo me debo
al pueblo”, lo que en verdad quiere decir que se deben a “personas pobres y sin
formación”. A estos ellos lo llaman pueblo. Así de cierto.
Los que así proceden necesitan pueblo,
mucho pueblo. Es decir, para ellos es importante que se mantengan pobres y sin
formación. Lo peor que les puede pasar a esos políticos-candidatos, es que el
pueblo supere la pobreza y se forme culturalmente.
Si alguien dijo esto alguna vez, o lo
dirá, en verdad no ha dicho nada que no se sepa. Su único mérito es haberlo
hecho público.
A algunos se les ha ocurrido mofarse
de estos políticos, por diversos medios y en diferentes formas. Cantinflas ha
sido genial en eso.
Mi amigo Alberto Pagés, en tiempos de
nuestras aulas universitarias, cuando se formaban esos zaperocos entre
estudiantes, se apartaba a un lado donde nada más lo viéramos sus más cercanos
amigos e imitaba magistralmente a Cantinflas, levantando la mano derecha y con
el índice erecto, a la par que exclamaba “pueeeblo”, con mucho énfasis y pausa.
En buena parte del mundo, la deuda con
las personas pobres y que no han tenido acceso a la educación y la cultura, es
de larga historia.
La historia podrá cambiar el día en
que un Estado (o varios o muchos, quizás todos) asuma que su carácter es
transitorio y que solo tiene la función de darle a todos los integrantes de un
país, las herramientas para salir de la pobreza y de la carencia de educación.
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