LAS REUNIONES DE PRESIDENTES.
Las expectativas sobre la Cumbre de Panamá, por algunas razones muy puntuales, prometían ser una versión mejor de muchas de las anteriores. La esperé con ansiedad como buen vecino de estas tierras. Y solo se produjo lo bueno que ya se sabía, que es poco ante las oportunidades en juego, sobre todo ante el hecho de una sólida presencia continental.
No faltaron discursos zonzos, incoherentes, inútiles, lo que refleja la falta de buenos estadistas.
Era una oportunidad como decimos los venezolanos “para botarse” y llevar un plan de peticiones y ofertas bien sustentado, formular aspiraciones interesantes y útiles, inquietar a los gobernantes y sus pueblos en puntos necesarios hoy día, y demostrar con argumentos sólidos que el bienestar de la humanidad es factible a través de grandes proyectos y acuerdos.
No es mucho pedir, de verdad. Queda bastante materia pendiente.
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