EL CUENTO ESE DE LA LIBERTAD DE EXPRESION


El día es la belleza de sus primeras horas. El silencio, el café negro sin azúcar, el esperado desayuno y...los tres periódicos con los que abro la puerta de la vida.
Los periódicos se nos hacen necesarios. Estamos mal el día que no los tenemos y sentimos dominio de las circunstancias, apenas están en nuestras manos.
En el periódico buscamos información e ideas, pero además forjamos lo que también nosotros quisiéramos decir, lo cual, ciertamente, no todos podemos hacer.
Los diarios, comprendiendo esto último, nos abren una pequeña posibilidad, una carta, un mensaje, un grito. Si logramos llegar a ver nuestras palabras en alguna edición, sentimos que somos parte de todo el andamiaje de la expresión.
Yo le escribo desde hace años a los periódicos que leo. Uno de ellos, “El Nacional”, me ha publicado muchas cartas, uno que otro artículo o comentario, algunas reseñas, en fin, algo modesto, teniendo en cuenta que eso ha sido con desdén de esa máxima de Didalco Bolívar, según la cual, en este país no se consigue nada sin “jalar bola”.
“El Nacional” ha sido generoso con mis comentarios, sobre todo si llevan una crítica contra el gobierno, ilustrándolos, por cierto, con muy buenas caricaturas.
Pero ¡ay¡ de esa nota breve si apuntamos hacia algo no de su agrado o si tocamos a sus “intocables”. Entonces no es libertad de expresión y hay censura.
La primera vez fue cuando critiqué a un famoso escritor uruguayo, para quien lanzar bombas y volver puré a la gente es malo cuando lo hace el ejército de una nación enemiga, pero es bueno, o en todo caso no lo denuncia, cuando es el ejército de un país con quien comparte ideas.
La segunda censura fue cuando osé decir que los servicios de la Onidex, Seniat y la Inspectoria del Trabajo de Cagua, Estado Aragua, eran servicios del primer mundo y que uno allí se sentía que era un verdadero ciudadano. Nobleza obliga. No lo puedo ocultar. Y “El Nacional” tampoco lo debería hacer.
La última, más reciente, fue cuando critiqué las monstruosidades que sobre las corridas de toros escribió Javier Marías en una columna de un cuarto de página.
¡ Ah ¡ y de ñapa, un columnista privilegiado, Rigoberto Lanz, censuró unas notas sobre dos escritos de Roy Chaderton, impidiendo así el derecho de expresarme respecto de quien tiene la ventaja que le da el espacio asignado y no la modesta carta de un lector.
Aún así, ese diario será siempre parte de mi día y mis notas las puede ver en www.megabreve.blogspot.com
Vicente Amengual Sosa c.i. 3202469

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