ESOS ESPACIOS CALIDOS
ESOS ESPACIOS CÁLIDOS.
Me gustan esas casas grandes, lujosas, con recovecos en su interior y jardines. Las disfruto más si estoy solo o me dejan solo, busco un espacio cálido y me siento a contemplar lo que alcance. Me paro cada cierto tiempo y hurgo otros sitios de la casa. Trato de explicarme por qué compraron específicamente los muebles, cuadros y adornos que están a mi vista y por qué los pusieron donde están. Trato de imaginarme en qué lugar hacen sus encuentros los miembros de la casa y busco percibir lo que se dicen, si se abrazan y que sé yo más. Indago si hay algún indicio que coincidan conmigo en el sitio cálido que yo he escogido. Puedo pasar horas enteras tratando de indagar lo que hacen los seres humanos que viven en esas casas, qué sienten de ella, por qué, por ejemplo, una arañita de metal está siempre en el mismo sitio y si alguien la mueve, una fuerza invisible la lleva otra vez a su sitio.
Puedo también compartir un momento de esparcimiento con los miembros de la casa e igual indago, descifro, el sentido de todo aquello.
Con dos o tres horas me basta, una o dos veces al año, estar en una casa de esas e identificar esas otras vidas.
Muchas cosas de esas merecen observación y me dejan alguna inquietud. Lo que no cuadra se olvida. Puede ser que no quieras volver a una de ellas, pero siempre encontrarás una que merezca vivirla unas pocas horas.
A veces se me ha ocurrido pensar que en esos pocos momentos que me paso en una de esas casas, las he conocido más que sus dueños. Es lo único que me interesa de semejantes lugares.
Mi casa soy yo mismo encontrándole un sentido a todo.
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