LA IGNORANCIA CONDENA Y JESÚS VIVE.
(Escrito que hago con mucho amor)
Mi ignorancia me llevó por muchos años a juzgar la injusticia humana. Más que todo la de quienes tienen suficientes recursos económicos para ayudar a los demás y no lo hacen. Y eso no me trajo nada bueno. Me arrepiento por haberlo hecho. No me correspondió la facultad de hacerlo.
En estos tiempos, en la lectura apasionada que hago actualmente de la Biblia, encuentro que Jesús y los apóstoles que dieron cuenta de sus obras, estaban ungidos de esa posibilidad de juzgar y ellos sí lo hicieron bien. Les correspondía.
Y otra cosa reveladora: Fue también uno de los apóstoles quien reveló que Jesús consideraba que la generosidad debía ser secreta para ser auténtica (aunque eso parezca imposible de lograr). Pero la generosidad de Jesús y los apóstoles era pública y evidente, pues no de otra manera podían hacerlo quienes nacieron y vivieron para ello. En tales condiciones , es decir, una generosidad amplísima y sin discriminación alguna, surgida del compromiso divino, tenía que servir de ejemplo, debía tener apoyo y solidaridad.
En estos últimos días, a causa del incendio de la Catedral de Notre Dame, han surgido multimillonarias donaciones que, obviamente, deben ser bien recibidas y agradecidas, pero que ponen evidencia cuánto más no se podría hacer en beneficio de la salud, la alimentación la sanación y el amor universal, si muchas personas con recursos aportaran en ese sentido. Perdónenme de nuevo. No lo haré más.
Mientras todo eso sucede, ya Jesús, hoy miércoles de semana santa, camina una vez más (o ya está encerrado en una cárcel), rumbo a los jueces mezquinos, al camino de la muerte y la crucificación, todo lo cual fue superado por su resurrección. Así que Jesús vive y con él la esperanza y la fe.
Juan Pablo Segundo dijo un día (lo vi y lo oí) que amaba a Jesús porque era un hombre generoso. Sencillamente eso.
Dedicado a Roselena Hernández, a mi hija María Luisa Amengual y a mi nieto Ricardo Ávila Amengual.
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