LA FUERZA DE HACER EL BIEN

 A mediados de noviembre de este 2025, día sábado, acudo muy temprano a un taller para hacer un trabajo a mi vehículo. Las calles estaban solas, incluyendo la vía principal del taller. Llegué a las  7 am, tal como había convenido con el mecánico pero este aun no había llegado. Pronto llegaros dos hombres de algunos sesenta años, los saludé y comencé a conversar con ellos.

Pocos minutos más y se hicieron presentes a pie o en vehículos,  hombres y mujeres, bien vestidos y con bolsas en las que supuse que traían comidas y bebidas. Frente a nosotros estaba una puerta muy sencilla, un tanto estrecha y seguidamente un pasillo.

Los dos hombres que hablaban conmigo, comprendiendo lo extrañado que yo me sentía, me explicaron que allí se celebraría una reunión de muchos fieles de una organización religiosa, con el propósito de discutir, aprobar y poner en marcha un proceso de evangelización. Me invitaron a pasar al salón  y quedé sorprendido con un auditorio amplio que ya estaba bastante lleno, butacas color vino tinto, equipos de audio, aire acondicionado y en un salón contiguo un gran acopio de alimentos y bebidas.

Y si usted cree, apreciado lector, que esta será una narración mucho más larga, permítanme decirle respetuosamente que no es así.

Solo con aquel enunciado basta. Gente asociada por el amor familiar, social y religioso, construyendo canales para la paz humana. Ese es el aporte, amor.

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