Con la muerte de Michael Corleone.



Cuando Michael Corleone se desplomó desde su silla (El Padrino III), muerto, sobre el piso del solar de una casa siciliana (Bella Sicilia, extraordinaria, que privilegio la semana aquella en la que la recorrí casi toda), la industria cinematográfica había concluido felizmente una historia de la Mafia, la que por su apego a la realidad y con prescindencia de los ingredientes fantásticos que se suelen colocar en las producciones estadounidenses, resultó ser, a mi juicio, más bien una obra documental, una síntesis bien elaborada de todo aquel largo periodo (aún inconcluso), que, al decir de John Dickie (“Cosa Nostra” Colección Manos Breves), tuvo su origen en los limoneros de la zona occidental de Palermo.
Pero más que eso - quizás invocando un derecho no reconocido por ninguna legislación y que nos corresponde como cinéfilos - lo que la muerte del capo Corleone nos deparó, es la casi certeza que no vendrán con una cuarta edición de El Padrino, con propósitos subalternos, generalmente crematísticos, que arruinen aquella serie prodigiosa y produzcan infelices resultados como las versiones siguientes a aquella otra gran obra del cine, como lo es “El silencio de los inocentes”.
Lejos de ser un erudito en la materia, pero apasionado por ella como nadie, me he paseado por una cantidad de libros, artículos de prensa, películas, en tiempos más recientes internet con sus webs dedicadas a la Mafia y unas cuantas vivencias en el trienio 1968-1970 en mi condición de estudiante italiano de Derecho (no por mi nacionalidad sino por el país que me brindó esa oportunidad).
Cuando alguien quiera estudiar el tema, deberá cursar algo así como “Introducción al estudio de la Mafia” y ver con detenimiento los tres componentes de “El Padrino”, los cuales evidencian su origen, su conexión con Norteamérica, la rigurosidad de sus leyes, los periodos de guerra y ejecuciones masivas, los conciertos para superar esto último, las negociaciones sobre actividades ilícitas y la asignación de territorios, la conformación de familias, las conexiones con las instituciones estatales y sociales, los arrepentidos, los juicios penales y el hecho que el brazo de la “justicia” mafiosa alcance a cualquiera en cualquier parte del mundo.

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