NOSOTROS ANTE LA HISTORIA.

Se me ocurre escribir estas notas, casi con desespero por lo tardías que son, como una forma de devolver a Dios sus favores del pasado 2015, y muy particularmente por devolver de una manera simple las muestras de solidaridad y afecto de todos ustedes, expresadas en distintas ocasiones.
Estas líneas son un ruego, una súplica.
Este próximo 5 de enero puede ser el comienzo de nuestro nuevo tiempo histórico. Tal vez sea el momento histórico mismo.
Al final es siempre una esperanza. Por algo, por un país resquebrajado, desmoralizado, institucionalmente grave.
Y lo primero que no tiene que ser es contra alguien o algunos. Hay que resistir que se convierta en eso, como si se luchara por la supervivencia. Cierto, tiene que haber responsabilidades y esas están en las leyes. No se necesita, pues, más que aplicarlas con personas idóneas.
La nueva Asamblea Nacional, que solo puede actuar en ese marco referido, tiene un blindaje legal preciso para instalarse como fue electa. Todas las salidas están bloqueadas por normas legales contundentes aplicables al caso. Los juristas saben cuáles son.
Pueden ser desobedecidas pero no aplastadas. La Constitución solo muere cuando el pueblo aprueba otra. Desobedecerlas implica salirse del marco constitucional de manera irreversible. Y ello tiene consecuencias jurídicas de inexorable aplicación.
En el área que domino, el de la justicia, la descomposición es brutal. Digo con sinceridad que nunca fue ejemplar, precaria en buena medida, pero lo de estos tiempos es inenarrable. La lucha es por ponerla en manos que, por fin, la edifiquen como debe ser.


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