LUJO DE MALANDROS

Los transgresores de la Ley ya habituados a salir y entrar de las policías o de la cárcel, aprenden algunas mañas, digamos que para "vacilarse" a la policía o los jueces. Hay unos que saben ya lo que deben decir y lo que no, para dejar enredados a los que les hacen los interrogatorios y muchas veces consiguen su propósito. Había un malandro que sacaba de quicio a la policía, porque a cada rato le pedía al escribiente que le leyera lo que había dicho y hasta correcciones hacía, cosa que hoy día no es tan grave porque existen las computadoras.
Un malandro que siempre se acogía al precepto constitucional que lo exime de declarar en su propia causa, el cual se sintetizaba en "me acojo al precepto" le dijo una vez al investigador "me cojo al prefecto". Se imaginarán aquello y las correcciones del caso que el malandro aceptaba haciéndose el gracioso.
En otra ocasión, explicando aspectos relacionados con su caso, debía decir "son gajes del oficio" pero para burlarse del detective le dijo "son gases del orificio".

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