LA PARÁBOLA DE LA PISCINA VACÍA.
La
piscina es también un hueco. Imaginen
una vacía, de 4 metros de profundidad, y de pronto empiezan a entrar en ella personas de todas las edades,
de todos los tamaños y de ambos sexos, con una característica relevante en
común: ninguno sabe nadar.
Y
empiezan a llenarla de agua. Es posible que una persona de 1,90 metros
entienda, apenas el agua le cubre los tobillos, que de allí no saldrá bien si
permanece en la piscina. Y se sale. Es posible que otra de apenas 1,50 metros,
se mueva a la orilla y se agarre de los bordes, inclusive cuando ya el agua le
alcanza el cuello. Con más dificultades es posible que salga, diría que saldrá.
No
es de extrañar que algún terco se resista a abandonar el centro de la piscina y
cuando el agua ya casi lo cubra, resistirá a como dé lugar, hasta que
finalmente sucumbirá.
Otros,
perdiendo su tiempo y energías, se quedarán hasta el final, hasta que
comprueben que jamás harán nada allí. Tal vez alguien los rescate, pero lo que
no puede recuperarse es el tiempo perdido.
Usted,
señor lector, puede imaginarse lo que quiera dentro de estos parámetros,
quitarle o ponerle lo que quiera siempre dentro de ellos. Pero todo será
igual. ¡Salud, señor nadador ¡
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