MÀS SOBRE EL ARTE DE CONVERSAR.

Hace unos meses atràs, en un juicio que llevamos en la capital de la Repùblica, el juez fijò un acto para conciliar.
Preparè mi orden expositivo con suficiente anticipaciòn. Como representante de la parte demandante, me tocò hablar de primero.
En ese estado, quise exponer lo que mi representado estaba dispuesto a sacrificar para llegar a un acuerdo. Entonces, expresè que la contraparte habìa cometido un delito contra mi cliente y èl estaba dispuesto a renunciar a la acciòn penal en pro de llegar a un acuerdo satisfactorio.
Apenas expresè la idea, el juez saltò para decirme que no era momento propicio para amenazar, sino para llegar a un acuerdo (¿?)
Lo dejè asì y seguì a otro punto: Esta vez pretendìa hacer un elenco de las condiciones morales privadas y pùblicas de mi cliente para que se tuviera una idea de los daños que se le habìan causado con la conducta del demandado. El juez saltò de nuevo para señalarme que aquì no estàbamos para hablar del pasado.
No expuse màs.
Imposible llegar a un arreglo amistoso cuando no se te permite colorear la idea que traes.
Por supuesto, no hubo acuerdo.
Inùtil que yo oyera a fondo a la contraparte y al juez. Lo hice solo por decencia.
En la mayorìa de las discusiones y conversaciones no nos oimos como debe ser. Solo esperamos que lo demàs concluyan para hablar nosotros. No tratamos de entender lo que se nos expone.
Este es un vicio nacional.

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