CARTA DE AMOR A MI HIJA

Hola María Luisa:
Gracias por tus palabras de ayer.
Te expreso hija linda mi profundo amor, inquebrantable y eterno.
Mi mamá estuvo al corriente de la dolorosa situación personal que me llevó a regresar a su casa ya adulto. Ella lo entendió y me ayudó. En su lecho de moribunda me convocó para su último mensaje y se despidió de mí con todo su amor.
A diferencia de mi madre, yo, en cambio he sido atacado vehementemente a lo largo de la vida por algunos familiares, incluso cercanos, periodistas, jueces, abogados, colegas,  medios de comunicación, etc. Eso no me ha dejado ninguna huella ni el más mínimo rencor. Me costaría hacer un inventario de todo ello. Aunque no es lo sensato, todavía hoy día ese es el precio que se paga por la honestidad, la rectitud, la templanza y el conocimiento.
Mi madre fue muy dura - y con razón - conmigo muchas veces y eso la llevó a desahogarse con otros familiares y personas allegadas. Imposible creer que haya pretendido ofenderme con lo que haya dicho de mí. Ese mecanismo es lógico y suele dar buenos resultados. Y si alguien lo hubiese tergiversado y me hubiesen dicho cosas brutales, jamás lo hubiese creído. Todo lo contrario de lo que haces tú, querida hija.
Tú me has contado o expresado cosas duras de toda tu familia, incluyendo tus otros hermanos. A mí no se me ocurre creer que no los quieras y no voy ni a contarlo ni mucho menos a tergiversarlo. Es más, debo reconocerte que algo dijiste que yo no había percibido y eso me ha servido para atender la situación y mejorarla. Fue un alerta que te agradezco. ¿Ves cómo se puede obtener el bien de todo?
Con sentido constructivo he hecho críticas sanas de toda mi familia aunque puedan parecer fuertes. Las tergiversaciones no son de mi autoría. Tú, por el contrario, le has concedido más relevancia a estas últimas.
Por otra parte, que yo converse contigo sobre muchas cosas que no te parecen agradables es algo en lo que tienes razón. No lo hecho con nadie más. Además de ser mi hija, te escogí para que fueras mi amiga, compañera, recipiendaria de mis inquietudes y persona de confianza. Me costó muchos años aceptar que no querías ese papel y de allí que saques lo peor de lo que trato de comunicarte.
No lo haré más. Te relevo de esa misión que creía noble. Ya veré si puedo confiar en otra persona.
Y sí, también es cierto que algo va en vías de romperse, no creo que se haya roto aun. Yo, por mi parte, te tendré en cuenta para todo y sé que la Providencia me dará la posibilidad de demostrártelo con hechos.
Por el contrario, desde hace tiempo yo ya no pertenezco a tu mundo ni a tus ideales ni a tus intereses  ni a tus fiestas  ni a tus vacaciones ni a tus proyectos. No me siento mal por eso, eso es tan viejo como la historia. Es un proceso casi natural y hay que saber abordarlo. Confieso que, al igual que  yo lo fui con los míos, tú serías también una excepción.
Recuerda que la solidaridad fue virtud de mis padres y también mía.
Tu padre que te ama.

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