MÉRIDA, SUEÑO, MÉRIDA.
MÉRIDA, SUEÑO, MÉRIDA.
Creo que hace más de un año, tal vez dos, que no voy a Mérida. He incumplido mis propias promesas...y mis sueños, mi destino, mi vida. ¿ cuántas veces en una vida sería posible para un amante de su patria, ir y venir de Santo Domingo a Mérida y viceversa ?
Lo he hecho solo y con no sé cuántas personas que aman esta tierra. Hubo un tiempo que sentí, creo que es ilusión, hasta cuando cambiaban un ladrillo.
No sé que pensaré cuando pregunte por Camilo Treviño, en la encrucijada de Santo Domingo. Un día caminé con él la esperanza de hacer allí mi vida y me llevó a recorrer parcelas y fincas. Y otro día con otra persona y un día con unas mujeres que azarosas querían vender su propiedad y otro día con una mujer orfebre o que sé yo, que después se asió al lugar. Dios me dijo en algún momento que mi condición era vivir allí solo con mis pies y nunca arraigarme.
Otro día ví caer un puente y como poco a poco se inundaba el páramo de posadas. Vi levantar una chacinera a pocos metros de la encrucijada vía el amor de Mérida o vía el amor de Timotes.
Llegué una y mil veces a la parada de Mucubají y le grité al Dios desprevenido dándole las gracias.
Bebí agua y ron en los páramos perdidos.
Me cobijé con el amor decenas de veces.
Corrí enloquecido por caminos helados.
Una vez llegué a tiempo, saliendo de mi ciudad en la mañana, para defender a los artesanos que reclamaban un espacio en el pico del Aguila.
Me hice miembro del ejército Libertador, haciéndome parte en aquella estatua donde dice, entre otras cosas: Por este lugar (démosle justificación a la emoción de este instante)...pasó la libertad." (El libertador era arrecho bien arrecho).
Me sé de memoría los caminos, la gente y la esperanza.
Volveré.
Creo que hace más de un año, tal vez dos, que no voy a Mérida. He incumplido mis propias promesas...y mis sueños, mi destino, mi vida. ¿ cuántas veces en una vida sería posible para un amante de su patria, ir y venir de Santo Domingo a Mérida y viceversa ?
Lo he hecho solo y con no sé cuántas personas que aman esta tierra. Hubo un tiempo que sentí, creo que es ilusión, hasta cuando cambiaban un ladrillo.
No sé que pensaré cuando pregunte por Camilo Treviño, en la encrucijada de Santo Domingo. Un día caminé con él la esperanza de hacer allí mi vida y me llevó a recorrer parcelas y fincas. Y otro día con otra persona y un día con unas mujeres que azarosas querían vender su propiedad y otro día con una mujer orfebre o que sé yo, que después se asió al lugar. Dios me dijo en algún momento que mi condición era vivir allí solo con mis pies y nunca arraigarme.
Otro día ví caer un puente y como poco a poco se inundaba el páramo de posadas. Vi levantar una chacinera a pocos metros de la encrucijada vía el amor de Mérida o vía el amor de Timotes.
Llegué una y mil veces a la parada de Mucubají y le grité al Dios desprevenido dándole las gracias.
Bebí agua y ron en los páramos perdidos.
Me cobijé con el amor decenas de veces.
Corrí enloquecido por caminos helados.
Una vez llegué a tiempo, saliendo de mi ciudad en la mañana, para defender a los artesanos que reclamaban un espacio en el pico del Aguila.
Me hice miembro del ejército Libertador, haciéndome parte en aquella estatua donde dice, entre otras cosas: Por este lugar (démosle justificación a la emoción de este instante)...pasó la libertad." (El libertador era arrecho bien arrecho).
Me sé de memoría los caminos, la gente y la esperanza.
Volveré.
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