DE LA HECHURA DE LAS HALLACAS
En verdad, la hechura de las hallacas es, en una visión global del asunto, un hecho social, político y, por supuesto navideño. Empieza lentamente desde el día primero de enero de cada año, cuando el jefe o la jefa de familia, o la jefa cuando están los dos, anuncia sentenciosamente que si las vainas siguen como van "este año no comeremos hallacas". Lo estoy oyendo por todas partes desde que tengo 5 años y jamás he visto navidad sin ellas. El discurso político, en toda época del año, hace referencia a la mayor o menor posibilidad de comérselas. El gobierno, desde tiempos remotos, anuncia por ahí a finales de octubre que la hallaca costará equis cantidad, lo cual ni los militares pueden hacer a ese precio.
El costo real de las hallacas es indeterminable y al igual que los libros mercantiles de muchos negocios, siempre es muy distinto a la verdad.
Ya en los días precedentes al día de la hechura se anuncian los términos hallaqueros de cada casa: quiénes van a participar, cuántas se van a hacer, que le añadirán ese año y que le quitarán del anterior.
Uno por allá dice que "no vamos a hacer como los andinos que le ponen garbanzos", otro riposta "ni con tocino" midiendo la posibilidad que le respeten su colesterol alto. Al final, como debe ser - con una conducta muy válida en estos tiempos - los participantes llegan a un acuerdo pre-hallaquero.
El día previo al de la hechura los convocados (autoconvocados, en verdad) realizan toda una movilización: los carajitos van a parar a casa de abuelitas, que por eso mismo no ven con mucho agrado esa parte de la navidad. Y los hallaqueros duermen precariamente en la casa de la faena.
Llegado el día y la hora convenidos, no pasa nada. Pasa dos horas después, tú sabes, "hora venezolana" te dicen, además que a uno se le olvidó el pabilo y a la limpiadora de las hojas, limpiarlas.
Aunque parezca innecesario, el rector hallaquero advierte a los participantes que no se deberá hablar de política, norma ésta que se ha incorporado desde hace unos pocos años para acá.
La hechura llega finalmente. Arranca, formalmente, cuando ceremoniosamente el distribuidor de la hoja con la masa aplastada la pone en manos del guisero. Al igual que la antiquísima burocracia pública, hay que crear funciones para que haya más ocupación. Del guisero pasamos al que pone dos aceitunas, luego al de las alcaparritas y pasitas, de ahí vamos al envolvedor sobre la misma hoja, luego al envolvedor de la hoja adicional, de ahí al amarrador (puesto clave en la organización que por lo general se lo dan a un novio o novia, que es más serio - por ahora - y no bebe) y finalmente al encargado de alinearlas y contarlas.
El jefe de la casa, por regla - el que pone más cobres de las hallacas, el sancochito del día, la casa, las 3 cajas de espumosas, güisqui, ponche andino, etc. - funge como director hallaquero, jodiendo la paciencia de las artesanas, pero lo dejan tranquilo, pues saben por experiencia que cuando van las primeras 30 ya está curdo y entonces pasa a administrar la música, hasta que cae nocao en su cuarto.
La hechura no sería perfecta si a mitad de ella no se acaba alguno de los ingredientes y hay que salir a comprarlo de urgencia.
En tan extensa labor, toda la familia y los allegados se ponen al día con lo que no saben, se liman asperezas con más facilidad (he allí el verdadero espíritu de la navidad) y así llegan más preparados para el día de la fiesta navideña. Hurga la familia para saber la verdadera intención de los novios, se cambian regalitos, critican un ratico a los que fuman (esto va en decadencia, pues el decreto que prohibe fumar en espacios cerrados, es la única norma legal de imposición de obligaciones que se ha cumplido voluntariamente en toda nuestra historia republicana)
No faltan los cuentos picantes recordando hechuras anteriores, unas lagrimitas por los emigrantes que antes no hubo y chistes picantes, sin olvidar los obligatorios de los bollos, esa suerte de declaración de culminación de la hechura, cuando el jefe anuncia que ese es el destino de la masa que queda.
Terminada a golpe de 8 pm la faena, se procede al reconteo, sin que ello implique desconfiar del encargado de ello y sin que éste se oponga ( es posible que se pasen algunas mientras fue a orinar, a surtirse de escocés o atender la llamada de la suegra porque los carajitos la tienen loca) luego se cuecen y, finalmente, se colocan en una bandeja las que serán del bonche y en bolsitas de plásticos las que se van a repartir entre familiares presentes y ausentes.
Curiosamente, la hallaca podría ser uno de los pocos platos de comida en el mundo que casi no se consume el día de su hechura, no solo por razones de administración ("están contadas" suele decirse) sino porque los funcionarios hallaqueros están hartos de pan de jamón, torta de navidad, tostitos y similares, salchichitas y cuanta vaina hay.
Ha terminado aquel día emblemático de la idiosincracia nacional. Todo improvisado por más que se anuncien medidas de orden, pero la obra termina en santa paz. Seguramente, el costo de la hechura es mál alto que el de los propios ingredientes, tal como sucede en cualquier renglón de...en cualquier renglón, digamos solo así.
El costo real de las hallacas es indeterminable y al igual que los libros mercantiles de muchos negocios, siempre es muy distinto a la verdad.
Ya en los días precedentes al día de la hechura se anuncian los términos hallaqueros de cada casa: quiénes van a participar, cuántas se van a hacer, que le añadirán ese año y que le quitarán del anterior.
Uno por allá dice que "no vamos a hacer como los andinos que le ponen garbanzos", otro riposta "ni con tocino" midiendo la posibilidad que le respeten su colesterol alto. Al final, como debe ser - con una conducta muy válida en estos tiempos - los participantes llegan a un acuerdo pre-hallaquero.
El día previo al de la hechura los convocados (autoconvocados, en verdad) realizan toda una movilización: los carajitos van a parar a casa de abuelitas, que por eso mismo no ven con mucho agrado esa parte de la navidad. Y los hallaqueros duermen precariamente en la casa de la faena.
Llegado el día y la hora convenidos, no pasa nada. Pasa dos horas después, tú sabes, "hora venezolana" te dicen, además que a uno se le olvidó el pabilo y a la limpiadora de las hojas, limpiarlas.
Aunque parezca innecesario, el rector hallaquero advierte a los participantes que no se deberá hablar de política, norma ésta que se ha incorporado desde hace unos pocos años para acá.
La hechura llega finalmente. Arranca, formalmente, cuando ceremoniosamente el distribuidor de la hoja con la masa aplastada la pone en manos del guisero. Al igual que la antiquísima burocracia pública, hay que crear funciones para que haya más ocupación. Del guisero pasamos al que pone dos aceitunas, luego al de las alcaparritas y pasitas, de ahí vamos al envolvedor sobre la misma hoja, luego al envolvedor de la hoja adicional, de ahí al amarrador (puesto clave en la organización que por lo general se lo dan a un novio o novia, que es más serio - por ahora - y no bebe) y finalmente al encargado de alinearlas y contarlas.
El jefe de la casa, por regla - el que pone más cobres de las hallacas, el sancochito del día, la casa, las 3 cajas de espumosas, güisqui, ponche andino, etc. - funge como director hallaquero, jodiendo la paciencia de las artesanas, pero lo dejan tranquilo, pues saben por experiencia que cuando van las primeras 30 ya está curdo y entonces pasa a administrar la música, hasta que cae nocao en su cuarto.
La hechura no sería perfecta si a mitad de ella no se acaba alguno de los ingredientes y hay que salir a comprarlo de urgencia.
En tan extensa labor, toda la familia y los allegados se ponen al día con lo que no saben, se liman asperezas con más facilidad (he allí el verdadero espíritu de la navidad) y así llegan más preparados para el día de la fiesta navideña. Hurga la familia para saber la verdadera intención de los novios, se cambian regalitos, critican un ratico a los que fuman (esto va en decadencia, pues el decreto que prohibe fumar en espacios cerrados, es la única norma legal de imposición de obligaciones que se ha cumplido voluntariamente en toda nuestra historia republicana)
No faltan los cuentos picantes recordando hechuras anteriores, unas lagrimitas por los emigrantes que antes no hubo y chistes picantes, sin olvidar los obligatorios de los bollos, esa suerte de declaración de culminación de la hechura, cuando el jefe anuncia que ese es el destino de la masa que queda.
Terminada a golpe de 8 pm la faena, se procede al reconteo, sin que ello implique desconfiar del encargado de ello y sin que éste se oponga ( es posible que se pasen algunas mientras fue a orinar, a surtirse de escocés o atender la llamada de la suegra porque los carajitos la tienen loca) luego se cuecen y, finalmente, se colocan en una bandeja las que serán del bonche y en bolsitas de plásticos las que se van a repartir entre familiares presentes y ausentes.
Curiosamente, la hallaca podría ser uno de los pocos platos de comida en el mundo que casi no se consume el día de su hechura, no solo por razones de administración ("están contadas" suele decirse) sino porque los funcionarios hallaqueros están hartos de pan de jamón, torta de navidad, tostitos y similares, salchichitas y cuanta vaina hay.
Ha terminado aquel día emblemático de la idiosincracia nacional. Todo improvisado por más que se anuncien medidas de orden, pero la obra termina en santa paz. Seguramente, el costo de la hechura es mál alto que el de los propios ingredientes, tal como sucede en cualquier renglón de...en cualquier renglón, digamos solo así.
Comentarios