EL DON DE SANAR

Edito Bosch, con apenas 24 años, debió abandonar sus estudios de Medicina. Paradójicamente, su salud precaria reclamaba reposo, constantes consultas médicas, también hospitalizaciones, viajar en busca de alternativas y otros recursos de esosque suelen terminar en un curandero. Sus notas universitarias cercanas a la excelencia muy poco le servían para fraguar una solución definitiva pero le brinaron la oportunidad de olfatear una posibilidad más, hallada al azar.
Se presentó en el consultorio del Dr. Trinidad Carducci, luego de una espera de tres meses para que llegara su día de consulta. Cuando entró - cuenta ahora - vió un redondel de profunda luz que se detenía en perfecta armonía  en una placa de mármol, vista esta desde el lado opuesto a la luz, que le confirió la idea que había llegado al lugar adecuado. Así fue.
Tras dos horas de preguntas y escudriñamiento, lo único que se llevó como cura fue una toma de medio vaso de una mezcla de jengibre, manzana, limón y zanahoria cada cierto tiempo y la promesa de que en un mes hallaría un camino.
Adicionalmente, para él de mayor utilidad que a los demás pacientes no ligados al estudio de la Medicina - a quienes también se le hacía la misma exposición -  Edito Bosch hizo un repaso por una abuena parte de sus estudios de Medicina.
Durante un año asistió puntualmente a aquellas citas de sanación y de cátedra de Medicina. Tiempo después diría que hizo un post grado que ninguna Universidad le brindaría. Embelesado en el aprendizaje, tanto como en la idea de sanarse, no cayó en cuenta que era ya un ser nuevo, fuerte, recuperado.
Y de ahí salió a culminar sus estudios, lo que obviamente logró con los mayores créditos académicos.
Su médico y maestro, hace tiempo en hábitat de la erudición, transmitida por su experiencia y su ductor de origen asiático, le abrió el nuevo camino a la vida.
Pero pronto una idea lo invadió. Cayó en cuenta que cuando su médico decidiese hacer del conocimiento público sus conocimientos y medios de sanación, los laboratorios farmacéuticos lo persiguirían con saña, lo destruirían sus mismos colegas y las clínicas lo acecharían para destruirlo.
Así que, bajo el pretexto de continuar recibiendo los cuidados de su médico, no dejó de frecuentarlo, copió minuciosamente todo lo que pudo, grabó las consultas y llegó al hecho criminal de apoderarse de todos sus apuntes  y notas.
Escribió dos tomos de impresionante calidad, los que obviamente fueron estigmatizados por quienes ya sabemos, pero calaron en los círculos de médicos que buscan afanosamente la verdad.
Se vendieron millones de ejemplares bajo su rúbrica Edito Bosch, y fue él quien corrió con la interminable agresión de los mercaderes de la medicina. Agarró unos poquitos reales y se fue a vivir en solitario a uno de los varios puestos nacionales en los que reposa el Creador del trajín que le damos. Allí se  dedicó a sanar con el mismo arte de su maestro.
Y a su maestro lo salvó de la guillotina, dejándolo ileso para el día en que la humanidad pueda ser más justa con los médicos de buena voluntad, (que tal vez sean la mayoría), permitiéndole que siga sanando hasta más no poder, sin ser perseguido.
Y del dinero de los libros, bueno, ni modo. Se los dió íntegros al Dr. Carducci mediante un depósito bancario (personalmente no se los recibiría) y éste, quien tampoco usa esos fondos para él, tal vez encuentre una fórmula para poner en práctica la medicina que previene con nutrientes, de aquella medicina que privilegia los dos grandes rincones que atesoran el élixir de los neurotransmisores  (el cerebro y el intestino delgado), de la medicina que Dios ya ha ordenado cultivar.

ESTE TEXTO DE ORIGEN VERDADERO NO PUEDE SER REPRODUCIDO SIN MI CONSENTIMIENTO.  ADEMÁS YA HA SIDO COMPROMETIDO PARA UN FILM QUE PRONTO SE HARÁ. LAS GANANCIAS DE QUIEN LO HARÁ ESTÁN COMPROMETIDAS CON LOS DONES DE SANACIÓN DE EDITO BOSCH Y TRINIDAD CARDUCCI.

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