EL SÍNDROME DE GIOVANNI.
No le había dado mucha importancia a esta conducta,
hasta que le encontré cierta aplicación analógica.
Giovanni
es un familiar muy cercano que, al igual que yo, vive en la zona aledaña al
campus Maracay de la Universidad Central de Venezuela (no se le ocurra decirle “núcleo”
como antes, hoy eso es considerado herejía).
Giovanni,
por razones que competen seguramente a una rama de la medicina, detesta los
restaurantes, las pizzerías, cafeterías, mercados, en fin, cualquier negocio de
la zona donde vive (poco le falta para llegar hasta los periódicos). “No sirven
para un carajo”, alega con frecuencia.
En
su lugar, Giovanni considera que en todos esos ramos lo mejor queda en la zona
de la intercomunal Maracay-Turmero, al polo opuesto de la ciudad y comprar por
esos lados es su ideal. Esa es una versión más moderna de aquello que decían
antes de “cortar la grama con una tijerita”
Pero
esa conducta no está muy lejos de aquellos políticos o ciudadanos que todo lo
resuelven con un “imperio”. Tal cosa es del imperio, “culpa del imperio”, “consecuencia del imperio”, etc.
Al
igual que Giovanni, detestan lo que llaman el “imperio USA”, que está cerquita
de muchos de ellos y que es muy malo, pero prefieren el “imperio ruso”, que por
estos días anda con sus planes expansivos de todo lo que fue la Unión Soviética
(solo que ahora bajo la línea del capitalismo) y por si fuera poco, tienen su
propio Guantánamo, que por aquellos lados queda en Sebastopol, enclave en
territorio ucraniano.
Como
Giovanni, consideran que este imperio sí es bueno. El propio síndrome.
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