DE LA HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA



La historia universal de la infamia, que así se llama un texto de Jorge Luis Borges, ha sido invocada con frecuencia por muchas personas, para referirse a esos personajes que la historia nos reserva para medir la máxima abyección, calificativo este que no tiene uno superior para describir lo peor de la condición humana.
No pocas veces, ante el surgimiento de una persona cuyos valores éticos están por el suelo, alguien dice que se merece unas páginas adicionales en la obra de Borges.
Pero no cualquiera se gana el derecho a entrar en esas cuentas malhadadas. Yo le sugeriría a quien quiera que pretenda lograr esa inclusión, que primero lea lo que quiso demostrar José Luis Borges. Y dentro de esos personajes descritos por él, le recomiendo la historia del pastor Lazarus Morell.
Grandes criminales, genocidas, terroristas, asesinos seriales, dictadores macabros, traficantes de lo que sea, no llegan ni a estudiantes de primer grado en su aspiración por conseguir un puesto en la infamia.
Lo fastidiaría, señor lector, si me extendiese a demostrar cómo hombres como Hitler, Chapita, Idi Amin, Stalin, Pablo Escobar, Pedro Estrada y muchos más, hayan hecho lo que sea, no se ganarían esa triste condición.
Una persona, puede no haber matado ni una mosca ni haberse robado un pedazo de pan, pero es capaz de provocar un aborrecimiento y una repugnancia extrema con solo lo que es capaz de decir y hacer en cumplimiento de lo que piensa, aun sin violencia alguna.
Usted puede imaginarse a quienquiera. Yo solo expreso conceptos.
Por eso digo abyección, del latín abiectio, que significa bajeza, envilecimiento extremo. No cabe más.

Dedicado a mi hermano Mario Amengual y a mi profesor José Román Duque Corredor, hombres de bien.


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