EL PODER Y EL AMOR

Seguramente, a través de la historia y en la mayoría de los casos, la búsqueda del poder por los seres humanos está dirigida a buenos propósitos. Pero su ejercicio efectivo está condicionado a muchas circunstancias que suelen no coincidir con la forma en que se pretendió alcanzar esos propósitos, es una lucha constante. Triunfar o fracasar es algo absolutamente imprevisible
Lo más difícil es admitir que no se ha podido conseguir nada o poco y, en consecuencia, separarse cívicamente del poder. Mientras tanto, esos gobernantes se aferran al gobierno, tratan de superar obstáculos y en casos extremos, comienzan a violar las normas legales.
Aun en este último extremo, es factible que varios o muchos de los sustentadores del poder no reconozcan los errores o violaciones en que incurren sus compañeros. Fuerzan la verdad o la manipulan en espera de algo que pueda torcer el rumbo del fracaso.
Aquí en nuestro país esas cuerdas se tensaron al máximo. La ciudadanìa toleró innumerables violaciones, despropósitos y arrogancias, pero había aquel tesoro de alma noble de los venezolanos que esperaba por la  y la expiaciòn.
El mazazo contra la Asamblea Nacional desconoció la voluntad popular y el piso se cimbreó.
Las sentencias que le quitaron sus competencias fue un metrallazo de gran dimensión.
La convocatoria a una espúrea constituyente ya casi fulminante.
Todo esto significa pérdida de contacto con la justicia, con el voto, con la igualdad, con la ponderación, con la convivencia, sí, con todo eso, pero siempre queda algo que hacer.
Y es el amor, un mínimo de amor.
Y de eso ya no hay nada.
No ama a su paìs quien dice que ama a una parte de èl y no a la otra.
Es como alguien que dice amar a un hijo y a otro no.
A un hermano y no a otro,
A un vecino y no a otro.
A un padre y no a otro.
El amor se agotò y ya no hay otras vìas.




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