De la picaresca venezolana: El detective Columbo.
Uno o algunos de mis patrones de percepción de la realidad no deben andar muy bien. Desde hace muchos años, por ejemplo, no hay nada que me cause más gracia, hilaridad o cosas por el estilo, que las telenovelas. Si acaso hago algún esfuerzo de unos pocos minutos al mes para verlas es, precisamente, en busca de humor. Ver todas las peripecias de un ciudadano enamorado, bien vestido y que vive con lujos pero que no trabaja, pensando en el amor desde que amanece hasta que anochece, tiene un verdadero efecto humorístico.
Por el contrario, si acaso me topo con alguno de los programas humorísticos del país – me topo, sí, tiene que ser por azar – no puedo más que enseriarme, valga decir arrecharme, por toda la insolencia y vulgaridad que unos, no todos, presentan.
Mi programa de humor preferido, además muy dado a exponernos por efecto contrario elementos de la picaresca venezolana – es la serie detectivesca Columbo.
Como ustedes saben, Columbo es un detective (creo que de la policía de Los Ángeles) al que asignan casos de homicidio bien pelúos en apariencia, pero que él resuelve gracias a su paciencia y tesón en las investigaciones. Dentro de su labor de pesquisa resultan bien ácidos los interrogatorios informales o formales que él formula, casi siempre a hombres o mujeres acaudalados, aristócratas, gente famosa o políticos de renombre, quienes tratan a Columbo con desdén reprimido en buena medida; le dicen en tono suplicante que ya el caso está cerrado y no hay pistas de que ellos sean culpables, que por favor los dejen en paz, lo despiden con amabilidad aunque les provoca tirarle las puertas en la cara y así por el estilo. Pero el inquieto Columbo, a quien se supone que no lo pueden obstruir en su misión y por eso se lo calan, siempre tiene una preguntica más, inclusive se devuelve después de haberse marchado y vuelve a tocar el timbre y a importunar al investigado torturado, y lo muele con unas cuantas preguntas más. Columbo se aparece en el trabajo, en las reuniones sociales, donde sea, hasta en la cama de las parejas y les cae con otras inquietudes, sospechas, y por tanto nuevas preguntas que todos soportan estoicamente sin decir ni pío.
Mi diversión consiste en percibir todo eso que hace el detective californiano y hacer una filmación paralela en mi mente de lo que sucedería si tanto Columbo como el investigado estuviesen involucrados en un caso penal aquí en Venezuela.
Me imagino que el investigado sea un hombre y ante el fastidio del detective, aquel le dice a este “ coño, Columbo tú como que eres medio pargo, con esa bolsería de estar metido en mi casa cada ratico”; si es una mujer “mira Columbo, deja la mariquerita con tanta preguntadera, que tú lo que andas buscando es empátate conmigo con ese pretexto del cabezón ese que mataron…”; u otras como “te voy a poné la piedra con un pana que tengo en la Asamblea Nacional para que te boten…” o “ aaay, Columbo tú estás pasao de jalabola con tu jefe, pero si sigues jodiéndome voy a denunciá que tienes un hermano marihuanero…” ó “pregunta lo que vas a preguntá una vez más y no me sigas jodiendo porque si no voy a decí que aquí se me perdió un reloj de oro o que me sembraste evidencias…”
Me imagino un final distinto para cada entrega de la serie. La última fue ver a Columbo leyendo un oficio que le manda su superior, notificándolo que lo han enviado a la delegación del CICPC de Puerto Ayacucho, más una sanción de dos meses de suspensión sin goce de sueldo. Me reí del carajo.
Por el contrario, si acaso me topo con alguno de los programas humorísticos del país – me topo, sí, tiene que ser por azar – no puedo más que enseriarme, valga decir arrecharme, por toda la insolencia y vulgaridad que unos, no todos, presentan.
Mi programa de humor preferido, además muy dado a exponernos por efecto contrario elementos de la picaresca venezolana – es la serie detectivesca Columbo.
Como ustedes saben, Columbo es un detective (creo que de la policía de Los Ángeles) al que asignan casos de homicidio bien pelúos en apariencia, pero que él resuelve gracias a su paciencia y tesón en las investigaciones. Dentro de su labor de pesquisa resultan bien ácidos los interrogatorios informales o formales que él formula, casi siempre a hombres o mujeres acaudalados, aristócratas, gente famosa o políticos de renombre, quienes tratan a Columbo con desdén reprimido en buena medida; le dicen en tono suplicante que ya el caso está cerrado y no hay pistas de que ellos sean culpables, que por favor los dejen en paz, lo despiden con amabilidad aunque les provoca tirarle las puertas en la cara y así por el estilo. Pero el inquieto Columbo, a quien se supone que no lo pueden obstruir en su misión y por eso se lo calan, siempre tiene una preguntica más, inclusive se devuelve después de haberse marchado y vuelve a tocar el timbre y a importunar al investigado torturado, y lo muele con unas cuantas preguntas más. Columbo se aparece en el trabajo, en las reuniones sociales, donde sea, hasta en la cama de las parejas y les cae con otras inquietudes, sospechas, y por tanto nuevas preguntas que todos soportan estoicamente sin decir ni pío.
Mi diversión consiste en percibir todo eso que hace el detective californiano y hacer una filmación paralela en mi mente de lo que sucedería si tanto Columbo como el investigado estuviesen involucrados en un caso penal aquí en Venezuela.
Me imagino que el investigado sea un hombre y ante el fastidio del detective, aquel le dice a este “ coño, Columbo tú como que eres medio pargo, con esa bolsería de estar metido en mi casa cada ratico”; si es una mujer “mira Columbo, deja la mariquerita con tanta preguntadera, que tú lo que andas buscando es empátate conmigo con ese pretexto del cabezón ese que mataron…”; u otras como “te voy a poné la piedra con un pana que tengo en la Asamblea Nacional para que te boten…” o “ aaay, Columbo tú estás pasao de jalabola con tu jefe, pero si sigues jodiéndome voy a denunciá que tienes un hermano marihuanero…” ó “pregunta lo que vas a preguntá una vez más y no me sigas jodiendo porque si no voy a decí que aquí se me perdió un reloj de oro o que me sembraste evidencias…”
Me imagino un final distinto para cada entrega de la serie. La última fue ver a Columbo leyendo un oficio que le manda su superior, notificándolo que lo han enviado a la delegación del CICPC de Puerto Ayacucho, más una sanción de dos meses de suspensión sin goce de sueldo. Me reí del carajo.
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