De la picaresca venezolana


Después de años de haber leído muchos textos (libros, revistas, artículos de opinión, etc.) sobre picaresca, en especial de la del venezolano; luego de haber vivido cientos de experiencias, muy particularmente en el ejercicio de la abogacía, y de haber obtenido información de primera línea por parte de quienes las han vivido; después de escribir artículos de opinión y ahora en internet sobre el tema e, inclusive, con posterioridad a la culminación de una obra mía titulada "El arte de joder", que en buena medida es un anecdotario sobre picaresca, llega a mis manos un libro escrito con criterios profesionales y por un especialista en el área a la cual pertenece lo relacionado con la picardía, titulado " La picardía del venezolano o el triunfo de tío conejo", del profesor universitario Axel Capriles, libro este que, en definitiva, ha contribuido a ampliar mi marco de conocimiento sobre el asunto, llevándolo más allá del empirismo producto de mis vivencias. Se los recomiendo y puede explicarnos, hacernos comprender y actuar en cualquier situación de nuestro país. Vamos a hacer en entregas sucesivas un aporte en esta materia.
Pongo como emblemático de ello la siguiente anécdota : " Había un abogado que había alcanzado por vía electoral un importante cargo gremial en su profesión. Lo conocí y traté bastante. Era simpático y de muy buen trato. Gustaba de vestirse elegantemente y tenía modales refinados. Me cuenta una persona presente en el momento que seguidamente narro, que un día lo visitaron varias personas para pedirle su colaboración en la solución de un problema que los afectaba. Luego de exponerles el caso y de intercambiar algunas opiniones, el hombre de nuestra historia les explicó detalladamente lo que pensaba hacer y los recursos de los que disponía para ello. Las palabras le brotaban con suavidad y precisión, articulando adecuadamente todas sus ideas. Hablaba pausadamente y erguido, en señal de autoridad bien ejercida. Al final, los interesados, embelesados con la armónica salida del asunto, no tuvieron más remedio que expresar múltiples agradecimientos, tinteados con una esperanza racional y seguramente no exenta de una que otra bendición. Nuestro personaje los despidió amablemente, cerró la puerta y se volvió a sus colaboradores presentes (entre ellos, el divulgador de esta anécdota), diciéndoles en lenguaje llano y vulgar: " Estos bichos si son bien pendejos, creyendo en todas esas bolserías que les dije".

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