¿A QUÈ VENIMOS?

Creo que esa pregunta se la habrà hecho toda persona al menos una vez en la vida.
Pero no venimos  a nada.
Jamàs sabremos de otra posibilidad.
Apenas si cubrimos un mìnimo instante y no digo de la eternidad. No. Es un instante mìnimo del tiempo que nos toque, mucho o poco.
Apenas si pateamos tambièn unas cuantas cuadras, aùn con posibilidades  de andar un poco a travès del ocèano o del aire. En realidad, no llegamos a estar aquì.
Algunos, es verdad, llegan un poco lejos. Algunos, insisto.
Los que tienen mucho dinero, quizàs haciendo de trotamundos, revolotean en los sitios donde pueden gastarlo. Los que tienen menos pero les alcanza, revolotean en los sitios donde pueden gastar un poco o mucho menos. Total, los elaboraron para ese arco de posibilidades.
Cada quien, en su oficio o en algo que sea ùtil, anda siempre por espacios precarios. 
Las personas que le piden un poquito de cafè al vecino para tomarse algo calientico en la mañana, los que juegan loterìa para sobrevivir, los que se meten en tabernas de puerto con putas y todo para oir canciones y fumar tabacos ajenos, esos, que son los que saben de la vida de mùsculo y sueño, no viajan en el espacio ni en el tiempo. Viajan viviendo y punto.
Aquì nadie vino a hacer nada.
Sobrevive Melquìades, que es la excepciòn. Ese si viviò.
Sin las locuras que le metiò en la cabeza a Josè Arcadio Buendìa, Macondo no hubiese sido posible.
Sin Macondo nada hubiesen hecho los comunes mortales en el soplo de vida que nos toca y en el pedacito de tierra que ocupamos.


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