EL LENGUAJE ES UNA JOYA.


 Hace unos años vino a Venezuela, junto con un joven familiar mío, un estudiante de origen chino, ambos radicados en San Francisco, Estados Unidos. El asiático le metía más o menos al español.
Luego de su estadía en este país, alguien le preguntó al chino, qué cosas le habían impresionado más. Él, sin vacilación, entre varias, indicó que le había llamado la atención que aquí todo era chiquito, a juzgar por la forma de hablar de la gente.
Y dijo que las personas se echaban unos “palitos” o tomaban “cervecitas”, que había que hacer una “colita” para sacar del cajero unos “realitos”, que estaba buena la “carajita” y que habían muchos “chamitos”, quiero un “cafecito” y un “pastelito”…
A no muchos kilómetros de Caracas, en un pueblo del Estado Falcón y por excepción, las cosas suenan diferentes: Mi amigo Néstor, agradeciendo la bondad de una fuerte ráfaga de viento, me dijo “que sabroso este brisotón”; Dundo manifestó que había salido de su casa un rato porque la mujer tenía un “quejantinón”.
Y una tarde, Don Mache se quejaba porque su hijo llegaba todos los días a las 4 de la mañana. Yo le dije que lo dejara tranquilo, que era un muchacho y que seguramente él en su juventud había hecho lo mismo.
Don Mache me respondió con énfasis:

¡No, Vicente, yo no me quejo porque llegue en la madrugada, lo que pasa es que mi hijo se pasa una hora por lo menos ¡ con un hablantinón ¡

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