EL ADVENIMIENTO DEL SOCIALISMO.

EL ADVENIMIENTO DEL SOCIALISMO.

El advenimiento del socialismo en la Humanidad es inexorable, irreversible.

Pero, atención, ese socialismo no es una forma de gobierno. El socialismo por venir - teñido en su origen de muchos matices diversos, con especial consideración del demográfico – no irá, como el fallido intento actual en muchas partes del mundo, desde el gobierno a las personas. Irá desde las personas hacia el gobierno. En otras palabras, los gobiernos serán socialistas porque las personas (las personas todas, no las clases dirigentes que se erigen como tales) serán previamente socialistas por la determinación de las circunstancias.

El punto de tranca, en la actualidad, de muchos de los intentos por socializar la vida, radica en que sus promotores tratan de alcanzar metas parciales a gran velocidad, con el afán no del todo desdeñable de querer ver lo que han alcanzado, a objeto de emprender otras metas programadas.  La consecuencia de ello es que, para vencer las resistencias naturales que el hombre opone por la razón que sea, se hace necesario reprimirlo o acallarlo, lo que igualmente conduce a un socialismo no democrático.

Si el socialismo no es democrático no será jamás socialista. El socialismo hecho en democracia es lento, pero cada paso conquistado por fuerza de la razón es un paso que no tiene retroceso.

Me declaro socialista una vez más, en los términos antedichos.

Los gobiernos que se autodenominan socialistas, se niegan a aceptar varias cosas que hacen más rápido su fracaso: 1)  No creen en la alternancia en el poder, pues siempre creerán que se perderá lo que socialmente se haya logrado. Falso. Esas conquistas son irreversibles; 2)  No creen que desde la oposición se puedan conseguir metas socialistas y hasta piensan que la sociedad tomará rumbos de otra naturaleza. Falso. La laboriosidad y organización del pensador social presiona para que el adversario acceda a esas metas o deje las bases para ello; y 3) Cree que sus adversarios son sus enemigos, movidos por fines aviesos. Entender que tienen otra visión de la vida, que pueden discutir con ellos y propender a que adopten acciones con valor social, es un gran valor del socialista verdadero. En ese juego libre y plural, los extremos son apartados o reducidos a una situación en la que no lesionen los fines sociales.

Así las cosas, merecen para mi cierta consideración importante las opiniones del Teólogo brasileño Frei Betto, las cuales podrían resumirse así: Quienes se dicen socialistas, deben analizarse a sí mismos con frecuencia y verificar si realmente lo son. Para ser socialista hay que compartir con las personas que necesitan de esas ideas. El socialista no debe pensar que por el hecho que sus ideas hayan fracasado en otras partes, tienen inexorablemente que fracasar en un experimento nuevo. El socialista no solo debe criticar sus propios errores, sino que también debe admitir ser criticado por sus compañeros. El socialista profundiza sus estudios sobre toda área del interés social, no acude a fórmulas superficiales.  El socialista no debe sentirse humillado por no estar en el poder ni orgulloso de estarlo, por tanto no puede ser arribista ni alcanzar el poder para intereses personales. El socialista debe leer textos que mejoren sus conocimientos. Los pobres no son ni mejores ni peores que los demás seres humanos¸ lo que los diferencia es que aquellos necesitan apoyo para encontrar justicia. El socialista no debe esperar ser comprendido por quien favorece la opresión de los pobres. Muchos de quienes se dicen socialistas, hablan como militantes de esa idea pero viven en posiciones cómodas, en el rol de jueces de quienes luchan por esa causa. El socialista debe orar a Dios para que le permita amar como amaba Jesús.

Comparto algunas de esas posiciones. Me alimento con una convicción determinante: Ser socialista en una democracia es difícil y ser constante en esa idea, unida a la inexorabilidad del entendimiento social, permite márgenes de acción hacia objetivos esenciales del hombre.