ORIENTACIÓN LEGAL EN CONCURSOS, ESPECIALMENTE DOCENTES.
No creo que en este país haya
un solo caso de alguien que haya tenido la ocurrencia de consultar un abogado,
antes de de presentarse en un concurso para cualquier cargo,
ni siquiera en la función docente. Ni en el propio sistema universitario.
Pero si eso se hiciese, la
realidad del país sería diametralmente distinta. La cultura concursal del país
es pobrísima. Generalmente se cumple con ella tan solo para cubrir exigencias
legales y no son pocos los concursos de solo apariencia – donde el ganador ya
ha sido predestinado por muchas razones, excluyendo la verdadera – o de mero
trámite o sin exigir o dar nada a fondo.
Los concursos para cargos
judiciales fueron, en un tiempo, el emblema de esa miseria humana, en muchos
casos. En mi función gremial, me tocó ser testigo de excepción de una
significativa prueba en la materia.
Aún así, esa realidad es tan grave porque, en buena medida, es el
propio interesado, el o los concursantes, quienes facilitan los vicios y
corruptelas.
Aceptemos, en primer lugar,
que en nuestro país no está consagrada la orientación legal en materia
concursal como una especialidad, sino que a ella nos dedicamos los
especialistas en Derecho Administrativo que por alguna razón actuamos en
organismos donde se producen concursos para obtener un cargo o para avanzar en
el escalafón.
En mi caso particular, además
de la experiencia gremial y judicial, que no es muy abundante, puedo añadir mis
21 años al servicio de la Asesoría Jurídica en la Universidad Central de
Venezuela.
Y en tal sentido, puedo
asegurarles que en un porcentaje importante, la situación de un concurso cambia
en favor del aspirante, si tan solo se
le ocurre vigilar todo el proceso a través de un abogado, lo cual no le genera
grandes costos. Invocando no disponer de recursos para ello, la mayoría se
aventura al concurso sin ninguna asesoría, lo que en no pocas ocasiones lo
obligará a gastar mucho más en el futuro, lo cual tendrá inexorablemente que
hacer.
Anticipar aquí alguna
estrategia sería irresponsable, puesto que hay cientos de formas concursales y
para diversas funciones públicas. Desde que se abre un concurso hasta que se
emite el veredicto y después de este, hay mucho por hacer para proteger a un
concursante.
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