Humor: Cuando la honestidad vale oro.


Las experiencias en el interior de los autobuses son infinitas, sobretodo en aquellos en los que se espera que estén más o menos llenos para partir. Hay quienes ofrecen productos y tienen que estar bien preparados para describir sus ofertas, mostrarlos, repartirlos y cobrarlos. Los vendedores de café y comida tienen que servirlos adecuadamente, no ensuciar al pasajero ni al autobús, cobrar y atender a todos quienes los requieren.
En esos autobuses, la mayoría en terminales de donde partirán a otras ciudades o poblaciones, se venden relojes, juegos de azar, prendas, franelas, tortas, bolígrafos, cd, perfumes, periódicos, pasatiempos, agua, refrescos y muchas cosas más.
En el terminal de La Bandera, de donde mi hermano saldría rumbo a Maracay, tuvo la oportunidad de presenciar un caso original de ese tipo de personas. Un hombre joven, sin mal aspecto pero un poco descuidado, se montó y se colocó al lado del conductor, de frente al abundante número de pasajeros y sin mucha excitación les dijo: " Amigos, yo no tengo ningún pariente enfermo, ni necesito dinero para medicina de un familiar ni quiero colaboración para un entierro, no, nada de eso, simplemente estoy limpio y amanecido, con un ratón del carajo y no tengo dinero para tomarme unas cervecitas para quitármelo, así que les pido encarecidamente su colaboración con lo que puedan."
Cuenta mi hermano que esa tajante honestidad le valió como para una media caja de frías.

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