DEFENDIENDO LO INDEFENDIBLE


Cuando el hombre comenzò a hablar y gesticular lucía cansado. Seguramente tuvo un duro trajín para que lo designaran como orador en aquella jornada que él consideró una oportunidad maravillosa. Y obviamente se fajó con vehemencia para hablar y hacer gestos, delante del espejo, preparándose para ser tan atractivo al público como el líder de sus sueños. Terminó pareciéndose a un orador carismático como Ròmulo Betancourt. (Es posible que en el fondo de su ser y en el de su líder, Betancourt haya sido un ejemplo, por más que expresasen su odio hacia él). Al momento de culminar su raquítica elocución, recordé este trozo de la obra de Jorge Luis Borges, aunque probablemente haya ejercido esa influencia si acaso en alguno que otro desprevenido presente:
“Yo lo vi a Lazarus Morell en el púlpito —anota el dueño de una casa de juego en Baton Rouge, Luisiana—, y escuché sus palabras edificantes y vi las lágrimas acudir a sus ojos. Yo sabía que era un adúltero, un ladrón de negros y un asesino en la faz del Señor, pero también mis ojos lloraron.

Comentarios

Entradas populares de este blog

COÑO DE TU MADRE

Muebles exóticos de Aragua.

Antigua Tabacalera Nacional, Maracay.