AFÍRMALO, SOLO SI LO PUEDES PROBAR






A menos que no te importen las consecuencias.
En pleno centro de la ciudad conversaban dos buhoneras. Una le decía a la otra “yo no sé si La Chachi te tiene fastidiá con la coba de que se levantó al árabe de la tienda, el de la Hummer y que lo tiene comiendo en la mano”. La otra, sin ninguna malicia ni burla, menos aún si juzgamos por su franela y gorra roja con consignas políticas, revelando ese buen sentido del humor que tanta falta hace, le dice “¡claro mijita, me tiene loca con ese cuento que está como el del magnicidio.”
Y es que uno corre riesgos. Es como el caso de un señor que le comenta a su compadre que había viajado de Maracay a Mariara en autobús y por la ventanilla solo veía todo amarillo. “Y ¿qué era eso?” le pregunta el otro. “Era una auyama gigante”. Al día siguiente se encuentran de nuevo y uno de ellos dice: “Compadre, ayer hice ese recorrido para ver la auyama pero no vi nada, todo estaba oscuro, negro…” “Bueno, seguro que había mal tiempo y no la viste..” le responde. El amigo le refuta:” No, no, ningún mal tiempo, estaba clarito, eso negro era una olla gigante para cocinar la auyama que tú viste…”
A todos nos ha sucedido. En cierta ocasión salí de una zona rural cercana al mar, con un amigo, a comprar víveres. De repente se nos atravesó en la vía un inmenso felino (no sé qué era) de color negro. Al regresar al pueblo lo comentamos. Más vale que no. Ni siquiera los ganaderos de la zona se tomaron la cosa en serio. Durante varios días todas las chanzas giraban alrededor del monstruo negro que vio Vicente. En esa oportunidad reafirmé para todas las cosas de la vida, aquella máxima jurídica de que quien afirma un hecho está en la obligación de probarlo. De lo contrario, cállatelo.
Fíjense si es así. Una señora muy seria y formal (después de contar esto le advierten a uno cómo murió “serio”) me aseguró haber visto en lo alto de las montañas andinas una nave extraterrestre. Una amiga me dijo después en privado “¡no vale, es que se está divorciando, se siente mal y se la pasa inventando vainas…!”
Y vean esto. Mi amigo Magdiel Fernández, abogado, ex notario público, hizo su carrera de abogado en Mérida y con frecuencia viajaba a su casa en Guanare. Por allí por 1994 ó 1995, regresábamos un domingo de una convención de Colegios de Abogados de Venezuela y al encontrarnos un poco más arriba de Santo Domingo, nos aseguró que en dos ocasiones había visto naves extraterrestres.
Otro compañero de viaje y yo nos vimos las caras, pero no pude contenerme y le señalé: “ Y ustedes, ¿qué aguardiente estaban tomando ese día y cuántas botellas llevaban ya cuando viste los platillos voladores?.
Magdiel esbozó una sonrisa muy elocuente, como diciendo “Quién me mandó a estar diciendo pendejadas, cosas que no puedo probar…”

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buena lectura y el mensaje es claro, te van a chalequear si dices algo así de fantástico, pa' que seas serio...

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