PARA QUÉ DELINQUIR.


Parece que la gran mayoría de los consumidores de noticias políticas o económicas, necesitan que los líderes o personas en que creen, o los medios de comunicación, se lancen a una incontrolable lista de ofensas, degradaciones o señalamientos punibles. De lo contrario, como que creen que ninguna cuenta está saldada.
Lo malo de ello es, sencillamente, que cuando se abusa del derecho que se tiene a formular denuncias o quejas, terminan éstas perdiendo fuerzas y poco o nada consiguen.
Nada mejor que la propia experiencia para sostener esto. Hace alrededor de 30 años, escribí un artículo de opinión en el que denunciaba la, a mi juicio, injusta decisión de un juez que revocó la libertad condicional a un campesino de la Colonia Tovar.
El juez me dictó una medida de arresto de 8 días, me denunció ante el Tribunal Disciplinario del Colegio de Abogados y me denunció por el delito de vilipendio. No tengo la menor duda de que aún siendo justa mi reclamación, lo hice inapropiadamente y lo expuse al desprecio público.
Quiso la Providencia que el propio Juez  tendiera puentes con un amigo común de ambos y de allí surgió una reunión en la que le expresé mi arrepentimiento. Lo aceptó y retiró todo lo que había instado.
Años después, ya habiéndose marchado de Maracay el juez en referencia, vino expresamente a apoyarme en el proceso eleccionario en el que yo aspiraba a ser Presidente del Colegio de Abogados. Me mostró su afecto con un gran abrazo solidario. Fueron más de él las virtudes de la fraternidad y la bonhomía.
Por el escándalo generado por aquel hecho, perdió interés público el punto central de la defensa del campesino. Errare humanum est.

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